Creo en Dios,
Que creó la mujer y al hombre a su imagen,
Que creó el mundo y encomendó a los sexos
El cuidado de la tierra.
Creo en Jesús, Hijo de Dios,
El hijo de una mujer, María,
Que escuchaba a las mujeres y las apreciaba.
Que dormía en sus casas y hablaba con ellas sobre el Reino,
Que tenía mujeres discípulas que le seguían
Y le ayudaban con sus bienes.
Creo en Jesús que habló de Teología con una mujer
Junto al pozo y le confió, por primera vez,
Que El era el Mesías;
Que la alentó a que fuera a la ciudad
Y contara las grandes nuevas.
Creo en Jesús, sobre quien una mujer derramó
El perfume en la casa de Simón,
Que reprendió a los hombres invitados que la criticaban;
Creo en Jesús, quien dijo que se recordaría a esa mujer
Por lo que había hecho: servir a Jesús.
Creo en Jesús, que curó a la mujer en sábado
Y le restableció la salud, porque era un ser humana.
Creo en Jesús, que comparó a Dios con una mujer
Que buscaba una moneda perdida,
Con una mujer que barría buscando su moneda.
Creo en Jesús, que consideraba el embarazo y
el nacimiento con veneración, no como un castigo,
Sino como un acontecimiento desgarrador,
Una metáfora de transformación,
Un nuevo nacer de la angustia al gozo.
Creo en Jesús que se comparó a la gallina
Que abriga a sus polluelos bajo sus alas.
Creo en Jesús, que apareció primero a María Magdalena
Y la envió a transmitir el asombroso mensaje:
Vayan y cuenten…
Creo en la universalidad del Salvador,
En quien no hay judío, ni griego,
Esclavo ni hombre libre
Hombre ni mujer,
Porque todos somos uno en la salvación.
Creo en el Espíritu santo, que se mueve sobre
Las aguas de la creación y sobre la tierra.
Creo en el Espíritu santo,
El Espíritu femenino de Dios,
Quien nos creó y nos dio nacimiento
Y, al igual que una gallina,
Nos cubre con sus alas.
Amén.